Por lo general, en toda formación, psicológica o no, está bastante extendido el prejuicio de que el libro, la charla o el curso pueden ser más o menos interesantes desde el punto de vista teórico, pero que muy poco de lo que nos cuentan, va a tener una aplicación práctica inmediata. Seguramente, los que pensáis así, tenéis algo de razón, puesto que esta es una materia donde no es infrecuente teorizar y “hablar de oídas” , y si además, se han recibido demasiadas charlas teóricas apartadas de una realidad cotidiana profesional, ya tenemos la mezcla corrosiva del desencanto y el escepticismo frente a lo psicológico.


Quiero puntualizar desde ya, que seas o no profesional de la psicología, si tu trabajo tiene que ver con el trato con personas, no te voy a decir nada aquí que tú no sepas ya. De tu trabajo sabes tú muchísimo más que yo, lo que ocurre es que en algunas ocasiones, no sabes que sabes. En aquellas situaciones difíciles que hayas resuelto, es probable que lo atribuyeses a tu “instinto u oficio” . Pero para mí, lo que has puesto en marcha sin saberlo, es tu “competencia inconsciente” para resolver problemas.


Para todos aquellos que hayáis tenido que aprender de la experiencia, el camino habrá sido muy duro, puesto que este tipo de aprendizaje está basado en el ensayo y error. De tal suerte, que con el tiempo y su correspondiente desgaste, se van descubriendo los fundamentos de la técnica”.
Seguramente la experiencia os ha enseñado que cuando un cliente levanta su tono de voz, sistemáticamente vosotros la bajáis, y así se va logrando que nuestro interlocutor también lo haga. A esa conducta, se le llama técnicamente MODELAJE y es algo que en psicología viene utilizándose desde hace mucho tiempo y, a lo peor, a ti te ha costado años y disgustos, reconocerlo y aplicarlo.


No es infrecuente, que cuando le contamos a alguien alguna anécdota que tenga que ver con situaciones más o menos conflictivas y de las que hemos salido bien parados, nos comente que … “has tenido suerte, porque si hubieses dado con otra persona, seguramente lo que hiciste no habría funcionado”, con lo cual se crea una sensación de “sonó la flauta por casualidad” o “esto de la psicología es pura suerte”. Pues bien, la suerte existe y es necesaria, pero con nuestra técnica, podemos lograr que las cosas ocurran, llevando la situación al terreno que nos interesa.


Volvamos al aprendizaje. Más arriba, veíamos cómo a base de responder a los estímulos, uno va generando respuestas que unas veces funcionan y otras no. Con esa técnica de “ensayo y error” uno va aprendiendo lo que le funciona, y a fuerza de repetirlo “lo hace suyo” (adquiere una competencia inconsciente).


Todo aprendizaje sigue un patrón ascendente en términos de niveles (ver el esquema). Voy a exponer los pasos del aprendizaje, siguiendo el ejemplo de Juan, un chico de 18 años que quiso sacarse el carnet de conducir.


Hace un par de años, Juan se encontraba en el nivel más bajo de aprendizaje, que recibe el nombre de incompetencia inconsciente, donde no se sabe que no se sabe . Efectivamente, ni siquiera se había planteado el hecho de conducir, puesto que no tenía la edad reglamentaria para hacerlo y por lo tanto esa posibilidad, no estaba en su campo de intereses (al igual que le ocurría con las hipotecas o la jubilación).


INCOMPETENCIA INCONSCIENTE
No sabe que no sabe


INCOMPETENCIA CONSCIENTE
ya sabe que no sabe


COMPETENCIA CONSCIENTE
ya sabe que sabe


COMPETENCIA INCONSCIENTE
no sabe que sabe


Al cumplir los 18, se planteó sacar el carnet de conducir. El simple hecho de planteárselo conscientemente, le hizo caer en la cuenta de que no poseía esa habilidad; lo que le llevó a tomar la decisión de matricularse en una academia.


Esa decisión y toma de conciencia es fundamental para seguir progresando en cualquier campo. A este segundo nivel de aprendizaje, se le llama incompetencia consciente, porque ya se sabe que no se sabe (el máximo problema, es la negación del problema).


Empezaron las clases y llegó un día en que se instaló en el nivel de competencia consciente donde se sabe que se sabe. Esta es la fase más crítica porque es cuando suele cundir el pánico y Juan no fue una excepción. Todo se tiene aprendido con alfileres, sea el carnet de conducir, una oposición o el aprendizaje de un nuevo idioma. Juan, no se aclaraba con tantas cosas como tenía que hacer a la vez (mirar por el retrovisor, frenar, cambiar de marcha, acelerar, intermitentes, etc.). Digo que esta es la fase más crítica y decisiva del aprendizaje, porque marca el punto de inflexión entre seguir con lo que estamos haciendo y lograr nuestro objetivo o abandonar y fracasar.


Finalmente, tuvo la suficiente fortaleza o capacidad de frustración (rasgo diferencial del adulto), como para seguir adelante, llegando a la etapa final de cualquier aprendizaje, que es la competencia inconsciente. Ese es el punto donde, no se sabe que se sabe. Por lo tanto, Juan ya era capaz de desplazarse con el coche sin tener conciencia de estar haciéndolo. Tenía tan incorporado el aprendizaje, que ya conducía “inconscientemente”.


Hay muchas cosas en la vida, que aprendemos y no se olvidan nunca aunque haga años que no las practicamos. Por ejemplo, montar en bicicleta es un aprendizaje que nunca se olvida por la gran participación psiconeuromuscular que implica. Los profesionales del golf o de otros deportes, hablan continuamente de las “buenas o malas sensaciones” que han sentido durante el partido. Se refieren indudablemente a esa competencia inconsciente o memoria muscular que les permite “jugar sin pensar”.


Parto de la base de que el lector se ha enfrentado con éxito a múltiples personas y situaciones más o menos conflictivas. Esa es la prueba palpable de que posee competencia inconsciente para tratar con personas o situaciones difíciles, Pero, precisamente, por ser esta competencia inconsciente, se le suele atribuir erróneamente el éxito, al instinto o a la suerte. Espero que de ahora en adelante, seáis más conscientes de vuestras competencias; sobre todo si os dedicáis a la psicoterapia.