En medicina y en psicología, nos han enseñado que por encima de todo hay que acabar con los síntomas. Si un paciente tiene fiebre, hay que quitársela inmediatamente, olvidándonos que esa fiebre, por ejemplo, es un mecanismo de defensa del organismo frente a la presencia de un virus. Según mi punto de vista, el médico debe estar al lado del paciente “vigilando” esa fiebre, para que no llegue a una temperatura que le pudiera hacer convulsionar. Su función es la de acompañar y facilitar el mecanismo de defensa que la fiebre representa, tratando de entender de forma global, qué le está pasando a ese paciente en particular.

Ningún síntoma va en contra del psiquismo de ningún paciente o en otras palabras: “lo que le ocurre a un paciente a través del síntoma, es lo menos malo que le puede ocurrir”.

Si yo te pregunto para qué te sirve el dolor cuando te rompes un brazo, seguramente me contestarás que para nada en absoluto, sin embargo; si reflexionas un poco, verás que gracias al dolor, no mueves el brazo porque si lo hicieras, te romperías, músculos, nervios, tendones, etc., y la avería sería mucho más grave. Por lo tanto, la naturaleza que es muy sabia, ha puesto en marcha el mecanismo del dolor para evitar “males mayores”. Lo mismo ocurre en nuestra mente inconsciente, que siempre busca lo menos malo para nosotros y eso, en general, no resulta obvio.

Ejemplos clínicos

Imagínate que estas ascendiendo por una montaña y que lógicamente a medida que asciendes, la concentración de oxigeno es menor. Tu organismo para adaptarse a la hostilidad del ambiente, empieza a generar un síntoma que es la disnea (respiración jadeante, superficial y rápida). Para alguien que estuviera observándote, pensaría que te encuentras muy mal; cuando en realidad esa disnea, es un mecanismo de defensa que genera tu cuerpo para “bombear” más oxígeno, y así combatir su déficit.

Seguimos con otro ejemplo un poco exagerado, pero que para los fines didácticos nos puede servir: si soy tan inconsciente que me pongo a correr como si tuviera 20 años, de pronto me provoco un esguince –y gracias a él–, evito la posibilidad de que me dé un infarto.

¿Quién ante un examen, no ha tenido una fiebre oportuna …?

Hace un tiempo, me mandaron de una clínica de Madrid, a una paciente de 25 años de edad. Tanto ella como su marido se habían sometido a múltiples exámenes sin que les encontraran nada orgánico que justificase el porqué no se quedaba embarazada. Me la derivaron con el diagnóstico de “esterilidad psicógena” (o de causa psíquica).

Llamaré a la paciente María. Me dijo que procedía de una familia con unos padres muy unidos y donde ella era la mayor de cinco hermanos con los que se llevaba especialmente bien. En toda psicoterapia breve integral planificada, la etapa psicodiagnóstica es fundamental y en este caso, pude constatar que la relación con su marido era muy afectiva, y estaban profundamente enamorados.

Después de efectuarle un estudio completo, tuve con ella la primera y última sesión de psicoterapia. Le dije de forma directa que ya sabía porque no podía tener hijos:

– No puedes tener hijos porque tú ya has sido madre … aunque … soltera

Ante mi afirmación, se quedó absolutamente bloqueada y al cabo de unos segundos, me contestó molesta:

– en absoluto, yo fui virgen al matrimonio…

Sonriendo, le contesté:

-– María, por lo que me has contado, cuando tenias 15 años ya eras “madre” sin saberlo. Has tenido que cuidar de tus hermanos desde que eras muy pequeña debido al poco tiempo y a lo atareada que estaba tu madre. Hiciste una función materna que no te correspondía a esa edad y aunque hayan pasado diez años de aquello, tu psiquismo lo sigue recordando. Ahora que tienes una pareja que te adora, inconscientemente, no estás dispuesta a hacerte cargo de otro bebé.

– Es como si tu capacidad de dar, se hubiera agotado a los 15, y aún no estás lo suficientemente reparada –en tus necesidades afectivas–, como para volver a hacerte cargo de un nuevo bebé. Necesitas sentir ese deseo, y cuando lo sientas, seguro que ya podrás tener a tu hijo.

No volví a tener noticias de María, hasta que siete meses después, me vino a ver a la consulta con su marido, para decirme que estaban esperando un hijo.

En general, la pregunta que siempre se hace un profesional frente a un síntoma, es el PORQUÉ del mismo, pero pocas veces se hace la que para mí es la pregunta correcta: ¿PARA QUÉ LE SIRVE A ESE PSIQUISMO EN PARTICULAR ESE SÍNTOMA EN PARTICULAR? En cualquier novela de detectives, antes o después, siempre se acaba preguntando por ¿quién se beneficia con la muerte de esta persona? Pues bien, con el psiquismo debemos hacer lo mismo, porque TODO SÍNTOMA ES UN COMPROMISO QUE SIRVE PARA DENUNCIAR Y ENCUBRIR ALGO.

En el caso de María, el síntoma de la esterilidad representaba un compromiso entre su parte consciente que “quería” tener el hijo y su parte inconsciente que “no quería” tenerlo. Su consciente le decía que reunía todos los requisitos para tener un hijo; estaban enamorados y tanto su marido como ella lo deseaban de verdad; pero su inconsciente, le advertía del peligro de tener que seguir dando en un momento que aún necesitaba seguir recibiendo. Por lo tanto, la “esterilidad psicógena” era un buen compromiso entre ambas partes, ¿Inteligente el psiquismo no?

En este caso, el síntoma denunciaba su necesidad de seguir siendo gratificada y encubría la resistencia a que le naciera un bebe; al que tendría que cuidar en un momento que aun no estaba preparada. Por tanto, María sin saberlo, tenía un CONFLICTO intrapsíquico y el SÍNTOMA era su representante externo.

Ahora podemos preguntarnos, qué tienen en común todos los síntomas. Pues bien, cualquier malestar o síntoma, al menos siempre sirve para dos cosas:

1.- En primer lugar sirve para dejar de hacer lo que estamos haciendo (nos vamos a casa, anulamos citas, etc.), y

2.- En segundo lugar, nos obliga a pensar en nosotros. Es como si un buen amigo, nos dijera: deja de perjudicarte ya. Empieza de una vez a cuidarte y a pensar en ti.

Por lo tanto, los síntomas, si sabemos leerlos, se comportan como verdaderos timbres de alarma (ver «ansiedad señal versus ansiedad traumática«) que nos avisan de que algo anda mal en nuestro interior y que es necesario que les prestemos atención.